septiembre 04, 2009

Deliver US From Evil

El cura Oliver O'Grady era tan cortés en sus modales y tan tierno con los niños que los feligreses de su parroquia se disputaban su afecto. Le invitaban a cenar y a dormir en sus casas, convencidos de que tener un sacerdote en casa era una bendición divina. Por la noche, cuando todos dormían, O'Grady entraba en las habitaciones de los niños. Violó y sodomizó a cientos de ellos, niños y niñas, incluido un bebé de nueve meses. Su espiral de pederastia y los esfuerzos de la Iglesia católica de Estados Unidos por protegerle a él y a otros como él, están recogidos con testimonios turbadores en Líbranos del mal, un documental que lo ubico entre los aspirantes al Oscar.

“Deliver us from evil” (Líbranos del mal) es la primera película dirigida por Amy Berg, una productora de televisión que ha escogido un género documental nada parecido al de Michael Moore. Ella se sitúa detrás de la cámara y permite que la narración sea compuesta a través de los testimonios y las historias que relatan los entrevistados. El efecto es devastador por una razón fundamental: el documental contiene el primer relato ante las cámaras de un sacerdote pederasta dispuesto a contar lo que hizo, cómo lo hizo y por qué lo hizo.

Paradójicamente, la película compone una imagen de Oliver O'Grady situada más en la categoría de enfermo que de delincuente, pero deja a la jerarquía de la Iglesia católica en Estados Unidos en una posición tenebrosa, metida en una sórdida maquinaria de autoprotección diseñada para ocultar los casos de abusos y entorpecer la acción de la justicia.
Estadísticas recientes elevan a 100.000 el número de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos sólo en Estados Unidos. La directora, Amy Berg, cierra la película con otro dato probado: 8 de cada 10 personas que han sufrido esos abusos nunca lo reconocerán ni lo denunciarán.

La iglesia cerró un acuerdo extrajudicial con 45 víctimas de abusos a las que la diócesis de California, la más grande y acaudalada del país, pagará en total 60 millones de dólares. Cientos de demandas similares siguen su curso. La directora del documental se esfuerza en demostrar que la maquinación para ocultar y hacer callar estas denuncias no se reduce a la confabulación de algunos párrocos rurales, sino que asciende a lo más alto del escalafón católico: fue el cardenal Ratzinger, antes de convertirse en Papa, el que modificó la doctrina canónica para entorpecer cualquier investigación sobre sacerdotes acusados de abusos. Y fue el cardenal Ratzinger, después de convertirse en Papa, el que pidió al presidente de Estados Unidos inmunidad legal frente a una demanda en Tejas que le acusa de conspirar para ocultar delitos de abusos a menores.
Líbranos del mal no es la primera película reciente sobre escándalos sexuales en la Iglesia católica (Twist of faith tuvo un éxito relativo hace dos años), pero sí es la más reveladora por su narrativa periodística. Estrenado en el último festival de cine de Toronto, la distribuidora ha comenzado a proyectar el documental en varias de las mayores ciudades del país, lo que permite optar a los premios de la Academia de Cine.

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